A veces no es la cantidad, sino la calidad. Otras, la cantidad. Es difícil de desarrollar, pero fácil de resumir: para Courtois, todas. El que todo lo para. Muchas, cuando llegan muchas; esa, cuando llega esa. Caída del cielo. Inesperada. Pillándote frío. Como en Getafe, como en aquel mano a mano en el descuento. Donde todo pudo esfumarse en un segundo y sin embargo, acabó como suelen acabar estas historias. Courtois, otra vez Courtois. Santificado en Chamartín. De quien se contará que hizo del milagro, rutina.
Un tiro, uno recibió en el Coliseum. Sólo uno. Sucedió en el 95:40′, a falta de 1:20′ para el final. Contra nueve. En un contexto en el que la relajación no se invita, casi se decreta. Y de repente… un centro lateral y un disparo a bocajarro. Lo que debía ser un robusto castillo, amagó con transformarse en uno de naipes. Tanto remar para zozobrar en la orilla. La tuvo Kamara, pero se topó con Courtois. Como tantos antes. El orden de los ejecutores no altera el producto. Milagro. Otro más.
Pasado pisado
El gigante se hizo gigante para evitar la hemorragia. Un pinchazo que, dadas las circunstancias, habría sido de sonrojo y tormenta. Thibaut se agrandó y salvó al equipo… una vez más. Sanando de paso su propia figura, herida desde la herida del Metropolitano. Cuando se le vio débil, inseguro, extraño. Cuando se le vio humano. Aquella tarde encajó una manita. Pero nada ha vuelto a ser igual.
Desde entonces, ha recibido siete tiros. Algunos de enjundia. Y sólo un gol. Para empezar, los cuatro de Almaty −incluido aquel en los primeros segundos que heló la sangre del madridismo− y luego, dos del Villarreal. Entre ellos, su espectacular parada en el mano a mano ante Oluwaseyi. Otra vez haciéndose enorme. Sosteniendo a un Real Madrid que continúa siendo imperfecto en defensa.
Seguros Tibu
Pero que parece ir a más. Como argumento, Getafe. Una noche en la que Courtois no tuvo que hacer ni una sola parada en los 90′. Pero llegó el descuento… y llegó el relámpago. Amenaza de borrasca sofocada por su espectacular parada. Siete tiros desde el Metropolitano, sólo un gol. En Valdebebas florece la ilusión con el retorno del guardián; de su mejor versión. Del hombre santificado en Chamartín. De quien se contará que hizo del milagro, rutina.
Fuente: AS